Funcionaria Olga Fernández: “Una de las cosas lindas de aquí son los alumnos”

Señora Olga Fernández okPor un trabajo y compromiso valorado ampliamente por la comunidad de la Facultad de Humanidades, Olga Fernández González recibirá una distinción excepcional. La Sala de Lectura de la Biblioteca de la FAHU, el lugar donde ha trabajado 22 de los 37 años que ha ejercido funciones en la Universidad, llevará su nombre, tras la petición promovida por el Consejo de la Facultad ante la Comisión de Honores y Distinciones del Plantel.

La ceremonia para homenajear a una aficionada innata a la lectura, que confiesa encariñarse y comprometerse con cada generación de estudiantes que ha llegado a la FAHU, se realizará el próximo lunes (22), a las 11 horas, en la Biblioteca de nuestra Unidad Mayor.

Texto, María José Silva, Comunicaciones FAHU.

Retrato, Arantsazú San Juan Manríquez, Comunicaciones FAHU.

  Es muy reservada. A pesar de la calidez con que trata a todos quienes llegan a la Biblioteca de la Facultad de Humanidades (FAHU), a Olga Fernández González no le agrada hablar de ella y menos dar entrevistas. “Me encanta el contacto con las personas, independiente de que no me gusten las entrevistas, tal vez es contradictorio”, reflexiona una de las funcionarias más queridas de nuestra Unidad Mayor, y que este lunes (22) será homenajeada en una actividad en que se designará a la Sala de Lectura de la Biblioteca FAHU, lugar donde ha trabajado 22 de los 37 años que ha ejercido funciones en la Universidad, con su nombre.
  Nacida y criada en la comuna de Estación Central, al consultársele sobre su edad responde risueña: “Prefiero dejarla en reserva, que la adivinen”. Sin embargo, sobre su familia no tiene problemas en hablar. Su único hijo, Nicolás, es uno de sus mayores orgullos. “Estudió aquí, en la Usach. Es técnico en dibujo industrial y está trabajando en esa área. Además que lo tienen muy bien considerado”, cuenta satisfecha.
  Olga Fernández ingresó el año 1977 a trabajar al Plantel como secretaria en la Ex Escuela Normal Superior José Abelardo Núñez (JAN). Fue su primer contacto “con la UTE-Usach”. “ Llegué a la Universidad por necesidad de trabajo. Un amigo me dijo que estaban necesitando gente, me presenté, traje mis papeles y entré por concurso… En ese tiempo estaba como Secretario General el doctor Aguilera. Ahí entramos muchos compañeros y algunos continúan aquí. Llevamos bastante tiempo juntos, lo que ha generado una amistad entre “los más antiguos”, como nos denominamos nosotros”, dice.
  Luego, en el año 88’, llegó a trabajar a la Facultad de Humanidades; y en el año 92’, a la Biblioteca por “pura casualidad”. “Se presentó la oportunidad, me la ofrecieron, acepté y de aquí no me he movido”. Al principio extrañaba su trabajo en la JAN, pero supo adecuarse a este cambio y a tantos otros que se han vivido en la Universidad durante estos años, que para ella han sido buenos. “Ha sido lindo. En un primer momento eché harto de menos la JAN, mucho, mucho. Pero sumando y restando, definitivamente es más que menos”.

 La imposibilidad de terminar un libro…

  Su afición por la lectura le ha ayudado en su trabajo en la Biblioteca, “me gusta mucho leer. Tengo el hábito desde chica y cada vez que llega un libro o cualquier material siempre leo la introducción, para saber y, también, para ayudar”. Pero no tiene libros favoritos, es que el tiempo le resulta tan escaso que no alcanza a pasar de las primeras páginas: “Leo de todo un poco, pero nunca termino un libro. Siempre estoy en el comienzo, me empiezan a llegar otros y hasta ahí no más quedo”.
  Cuando se le pregunta cuáles han sido sus anécdotas más recordadas, lo único que se le viene a la mente, porque le sucede a menudo, es la vergüenza que pasa por preguntar por pololeos ya disueltos. “Hay parejas que se conocen cuando entran a la Universidad y se ponen a pololear. Entonces, cuando me encontraba a algún estudiante por ahí yo le preguntaba: ‘Oye ¿y cómo está tu polola?‘ Y me respondía: ‘¡Esa ya no es mi polola!‘ Entonces me digo: ‘¡Chanfle! ¡La embarré! Es que uno está tan acostumbrado a verlos juntos como pololos durante cinco años y, de repente, se terminó… Se acabó la Universidad y se acabó el amor”.

 “Voy a morir en mi ley”
  Dentro de sus preocupaciones laborales, los estudiantes son su prioridad. Al hablar de ellos su expresión tensa desaparece y su cara se ilumina: “Una de las cosas lindas de aquí son los alumnos. Ellos dan alegría”. Para ella es un orgullo encontrárselos y constatar que están trabajando en lo que estudiaron. “De repente uno se topa con ex alumnos en algún local, en el supermercado o en algún paseo, y me dicen: ‘Usted es de la biblioteca…’ Y yo le digo: ‘Sí y tú eras estudiante... y se genera un contacto. O vienen a la Universidad por algún trámite y pasan a saludar a la biblioteca. Eso es impagable”.
  En su trabajo diario, la “tía Olguita”, como cariñosamente la llaman muchos/as estudiantes, debe enfrentar diversas situaciones, como la intensidad de flujo los fines de semestre, periodo de mayor demanda de libros, y el retraso en la devolución de textos. “Hay niños que se caracterizan por preocuparse de entregarlos en la fecha indicada. Pero los préstamos que nosotros tenemos son por pocos días. Encuentro que el tiempo es escaso, pero son las reglas y tenemos que adecuarnos al sistema. Hay alumnos que se atrasan, y por ahí, de repente, nosotros los perdonamos… Sobre todo cuando es término de semestre, hay que usar el criterio en ciertas situaciones. Yo igual los entiendo y eso a veces me hace estar al límite. Pero todavía sigo aquí y voy a morir en mi ley”, asegura.

 

*Texto publicado el jueves 18 de diciembre de 2014.-

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