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Calidad, el ideal perdido entre gratuidad e improvisación

Imagen 077Por Saúl Contreras

El debate nacional está marcado por el envío de la ley corta para posibilitar la implementación de la gratuidad en 2016, esto tras el fallo del Tribunal Constitucional que objetó la propuesta del Gobierno para acceder al beneficio. El error en la redacción que dejó fuera a nueve universidades privadas del Consejo de Rectores es un detalle de forma si pensamos  en la calidad y en las discusiones que han sido el trabajo de años de quienes luchan por una mejor educación.

Hoy se ha dejado de lado la discusión sobre la calidad, al igual como ocurrió con el tema de la carrera docente. Queríamos hablar de calidad en las salas de clases y quedó todo en un segundo plano cuando se habló sobre cuánto iban a ganar los profesores. Todo es  una cuestión de dinero.

Ahora, a días de conocer los resultados de la PSU, se apresuran las cosas para que se vea cumplida la promesa antes de fin de año, pero en realidad lo que se ha generado es incertidumbre en el proceso por el que pasan cientos de estudiantes que decidirán a qué carreras y universidades ingresarán.

Volvemos entonces al concepto de improvisación.  En términos de responsabilidad, se debe asumir que hay temas que revisar, extender plazos para tomar decisiones, porque no estamos hablando de cuánto material se va a comprar para hacer una carretera, sino de las expectativas,  proyecciones y esperanzas de miles de estudiantes y familias. Hay que desarrollar procesos de trabajo profundos, para no tener otra política pública muerta.

Se declara que somos un país en vías de desarrollo, por lo tanto la educación debe ser entendida como un derecho para todos y por consiguiente gratuita, pero la gratuidad no trae por añadidura la calidad, por lo tanto tienen que existir mecanismos que den cuenta del estado y desarrollo de cuatro aspectos básicos si hablamos de instituciones de educación superior que ofrecen calidad: investigación, docencia, vinculación con el medio y extensión. 

Los esfuerzos deberían concentrarse en la regulación del sistema. Luego, las exigencias en docencia, investigación, extensión y vinculación con el medio deberían equipararse y ser exigibles para todas las instituciones que reciban aportes del Estado. Así la gratuidad tendría mayores posibilidades de tener un impacto en el desarrollo de sujetos críticos y reflexivos en la construcción de conocimiento y en el desarrollo del país. 

No podemos ofrecer una educación gratuita y de mala calidad.  La repercusión sería más grave, profesionales certificados, pero no preparados e incompetentes, como dice el dicho: “El remedio sería más grave que la enfermedad”. Se debe resguardar el ideal de calidad y desde ahí tomar las decisiones de cómo se distribuyen los recursos, pero lo estamos haciendo al revés. Por eso nos preocupamos y preguntamos sobre quién recibe estos recursos, pero no nos preocupamos para qué son los recursos.

Las leyes del mercado y la burocracia no pueden ser una vez más los entes rectores para la definición de este tipo de decisiones. Nos hemos ido una vez más del foco, de la esencia y del ideal de cómo debe ser la educación en y para Chile.